ETA ha recurrido a su coche bomba de antaño para atacar cuarteles de la Guardia Civil. ETA ha regresado para matar. Lo ha logrado. Y ha vuelto a unir a todos los españoles. Pues en el acto de condena al atentado han comparecido por vez primera desde antes del fatídico Barajas, todos los partidos. Pleno parlamentario en la calle para la repulsa a la banda terrorista. Y ello incluye, por supuesto, al Partido Popular, que se resistía hasta ahora a acompañar su firma (y su foto) del brazo de Zapatero. Prefería hacerlo en su solitaria solidaridad. Como si de solidaridades hubiera de diversos tipos.
Y es que después de cada atentado, el PP ha ido pidiendo un compromiso de los poderes públicos a no volver a dialogar jamás con ETA. Siempre se le ha negado tal propuesta. Esta vez, no ha sido una excepción. Porque aceptar la propuesta del PP es una estupidez. Lo ha sido hasta ahora y lo seguirá siendo en futuras e indeseadas ocasiones. Y es que es bien sabido que cerrar puertas nunca fue buena idea. Por eso sorprende a priori que Mariano Rajoy haya decidido cambiar sus hábitos y arropar con su gruesa manta la dirección de la mayoría política. Pero solo sorprende a priori.
A posteriori, lo que ha cambiado la actitud de Mariano Rajoy se llama 9-M. Para puristas, se llama Adiós a Zaplana y Adiós a Acebes, e incluso, si se prefiere, se llama María San Gil. Se llama cambiar de rumbo. Se llama rectificar cuando es evidente que la dirección tomada no era la correcta. Rajoy quiere acercarse en lo posible al centro, menguar su reputación de crispador, asegurar una reducción de aquel su maldito voto útil y mostrar su capacidad para ganar. Tal vez, a la tercera.
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